Día 25. La película más exigente que hayas visto

El cine en general me resulta exigente, demanda toda mi atención. Nunca he sido capaz de hacer otra cosa mientras veo una película, y si alguna vez lo he intentado, pierdo el hilo de ambas cosas, así que pierdo por punta y punta. Claro que hay muchos filmes ligeros, que piden poco del espectador, y otros que nos obligan a esforzarnos sensible e intelectualmente para captarlos en toda su dimensión. Entre los directores que hacen esta clase de cine están Dryer, Bergman, Lynch y, para mí, sobre todo Tarkosvskiy.

No es de mis directores preferidos, precisamente por lo complejo que me resulta. En ocasiones me he adormilado viendo su filmografía, en otras me he sentido vulnerada, algunas veces me ha sobrecogido la belleza de algunas de sus imágenes, y sólo Solaris me ha fascinado en su dificultad.

Solaris (Solyaris) es una cinta de ciencia ficción de 1972, que no se parece en nada a ninguna otra. Su ritmo es especialmente lento, está lleno de poesía, y hace falta verla varias veces, o con excesiva concentración, quizá, para entender bien su trama: en la estación espacial en un planeta lejano, que parece ser inteligente en sí mismo, todos los pensamientos del protagonista se materializan.

De una belleza subyugante, pero de gran complejidad, este filme que vi hace años por primera vez con gran dificultad, que solo disminuyó ligeramente el siguiente par de veces que la vi, permanece en mi memoria como una rara avis, difícil de olvidar.