Mi novio es un zombie, por Luisa Agudelo

Anclados a una butaca por noventa y siete minutos

Por Luisa Agudelo Aristizábal, l.aaristizabal@hotmail.com

La película Mi novio es un zombie o, en su nombre original Warm Bodies, es una adaptación del libro de Isaac Marion y el film más reciente del director estadounidense Jonathan Levine.

En esta película encontramos fieles características del cine de entretenimiento, el cual posee la intención de recrear un lenguaje audiovisual digerible, dinámico y versátil en el espectador. Sin desmeritar que a pesar de que sea una película para cierto target con finalidades un poco más vanas y superficiales en cuanto a la lectura de los elementos cinematográficos, que muchas veces el público digiere de manera inconsciente, vale la pena resaltar el uso contundente y asertivo de su director  en cuanto a dichos elementos, ya que de manera exitosa logra escavar las variaciones del género y causar en el espectador sentimientos equidistantes, al pasar de comedia a cierto grado de “terror”, sin dejar de lado su contexto romántico y al mismo tiempo recrear de manera cotidiana elementos inverosímiles o cliché, como lo puede llegar a ser una historia de zombies.

Mi novio es un zombie implica constantemente focalizar  la mirada y atención del espectador, aquí juegan un papel importante tres elementos, como el ritmo en su montaje, que hace del uso de la técnica un acierto y de la  imagen una sincronía total con la música, la cual también es utilizada de forma icónica en cuanto a la cultura, ¿o que espectador no logra reconocer una canción de Bob Dylan? Este elemento despliega constantemente el juego, evolución de los personajes, contexto psicológico y obviamente el papel que juega la cámara al ejecutar planos holandeses o movimientos “magníficos”, logrando convencer la diana y el radar del espectador así este no tenga una intención o un peso narrativo fuerte,  ya que su objetivo es entretener, mas no satisfacer el intelecto, y qué difícil puede llegar a ser anclar una manada de vampiros adormecidos a una butaca por noventa y siete minutos, de no ser así podríamos ver otro tipo de cine y otros directores, como Godard, Truffaut y su constante contexto socio-político que pide una mirada más amplia y profunda, gracias a la versatilidad y majestuosidad del cine.