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Día 27. Una película cuya protagonista es tu alter-ego


Me encuentro bloqueada. Hace rato que tengo esta página abierta, con el título puesto, y no se me ocurre qué escribir. he tenido alter-egos en el pasado, no lo dudo; no tengo en el presente (al menos de manera consciente) y los otros no los recuerdo. Estoy paralizada sobre todo porque la pregunta va por la actriz que, en sí misma, sienta como mi otro yo, no por el personaje con el que me pueda sentir identificada, que aunque difícil, tendría una más pronta contestación. Pienso pues, ya que no en voz alta, a medida que escribo. Me pregunto, ¿qué actrices me gustan especialmente? He tenido debilidad por más de una teniendo en cuenta su belleza; otras me gustan por el tipo de personajes que aceptan, pero como no sigo prácticamente nada las noticias de farándula, poco sé acerca de su personalidad o el desarrollo de sus vidas privadas.

Después de mucho rumiar, las que se me vienen a la mente son Cate Blanchett, Kate Winslet y Catherine Keener (¿qué tendrá el nombre Catalina?). Sé poco de ellas, pero se nota que tienen carácter y algunos de sus personajes son memorables. De la primera, escogería Oscar y Lucinda, Little Fish y I’m Not There; de la Winslet, Holly Smoke, Revolutionary Road y, por supuesto, Eternal Sunshine of the Spotless Mind; y de Keener, Walking & Talking y Being John Malcovich. Aunque mi pelo no es rubio, ni lo pinto de colores, cómo dejar pasar la oportunidad de hablar, entre todas las elegidas, de una de las películas contemporáneas que más me gustan: Eterno resplandor.

Eternal Sunshine of the Spotless Mind es una propuesta interesante desde todo punto de vista: su argumento es curioso y divertido, su propuesta narrativa es singular e interesante, y su estilo visual y sonoro es maravilloso. Supongo que no hace falta contar de qué se trata, pero no sobra un poco de contexto: Joel -un asombrosamente parco y bien dirigido Jim Carrey- descubre que su reciente ex novia Clementine -mi querida Kate- ha borrado todos los recuerdos de él y de su relación, y decide hacer lo mismo. Sin embargo, a medida que tiene lugar el proceso se arrepiente e interviene en su memoria para guardar al menos vestigios de ella. Increíblemente creativa y singular esta trama, ideada por el que tal vez sea el mejor guionista estadounidense actual, Charlie Kaufman. Por su parte, el director  -de origen francés- Michel Gondry la maneja con maestría, llenándola de detalles, usando encuadres atractivos, posiciones de cámara llamativas y composiciones deliciosas. Una película, desde mi punto de vista, inmejorable, poco común, que cada vez que veo me deja pensando en las dificultades del amor, pero a la vez, como parecen los personajes al final, ¿y qué si no es perfecto? ¿Y qué si no vamos a idealizarnos siempre? ¿Y qué si habrá momentos en los que nos detestemos? El afecto ha de ser más fuerte, lo suficientemente sólido para resistir tales embates. Porque si uno quiere querer a alguien de verdad, tiene que afrontar que la luna de miel no será eterna, y que las relaciones no son jardines de rosas, sino entes vivos y ambiguos, que hay que mimar y saber darles el espacio para la contradicción.

Y para hablar de Kate Winslet, cuya capacidad de diferenciarse de una película a otra me encanta, en esta película construye un personaje complejo y cautivador, lleno de matices, que van mucho más allá de los cambios de color de su pelo, una personalidad rica, variable pero sólida a la vez, que pasa de ser adorable a detestable de una escena a otra y vuelta a hacerse querer otra vez… Sin duda, un acierto del casting.

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