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Sobre La mano, de Wong Kar-Wai, por Miguel Ángel Gavilán


En “La mano”, Wong Kar Wai cuenta la historia de Chang, el joven sastre que se enamora de la señorita Hua, una prostituta a la que asiste en la confección de prendas tan sensuales como el mismo ambiente donde se desarrolla la acción: el Hong Kong de los años ’60.
La mano de la mujer iniciará al joven en las prácticas del goce. Tanto en la filmografía de Wai (ya aparece en “2046” este tema) como en el arrobamiento erótico del personaje, la mano carga la dimensión simbólica del amor. Esa extremidad acariciante en cuyo interior está escrita la vida, peregrina un sexo sin sexo, haciendo de aquel primer contacto el recuerdo fundamental que el tiempo no consume.
El joven, marcado por el placer, regresará, una y otra vez a la mujer que le ordena el disfrute. La señorita Hua, experta en ubicar las suavidades donde éstas son útiles, trasvasará el horizonte limitado de sedas y puntillas del inexperto Chang para que, a través de la imposición de una carne contra otra, la última inocencia del aprendiz florezca en masculinidad recién descubierta.
La vida de los enamorados será feliz a condición de no reincidir en las caricias. Como todo amor romántico, éste se articula a través de distancias, de bisbiseos, de gestos. Sin piel.
El final es predecible. Para ella, una enfermedad contagiosa, la miseria, los puertos donde cada mujer tiene su precio; para Chang, el miedo de perderla, vigilando su regreso, arrebujado en los corredores, conciente de que ya ni en sus vestidos queda lo rebelde de la caricia inicial.
Un cine de una delicadeza agria, donde el amontonamiento presta el paisaje más atinado para las confesiones, las miradas, el llanto. En esa intimidad guaranga e impersonal de los suburbios, mujeres defraudadas y muchachos inseguros se besan entre oscuridades ruidosas, callan largos párrafos diciéndose la duda, el tedio, el miedo, o se demoran en pensiones fatales donde la masturbación es la entrega más genuina.
Sin embargo se abrigan esperanzas en el cine de Wai. Hay un viaje, una despedida y el forcejeo de un hombre que, con nostalgia, intenta un beso, el definitivo, sobre los labios de una moribunda.

PD: “La mano” pertenece al film coral Eros donde Wong Kar Wai comparte cartel con Michelangelo Antonioni y con Steven Soderbergh.

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