Como comediantes, adoro a los hermanos Marx. Por supuesto que hay quienes se le acercan: Buster Keaton, Jacques Tati, Laurel & Hardy, entre otros, y aunque es posible que a veces logren superarlos, los cuatro hermanos son de lo mejor. Y entre sus maravillosas películas hay una que llega a ser aun más hilarante que las demás: Sopa de pato (Duck Soup), dirigida por Leo McCarey en 1933.
Es de las películas en las que todavía aparecen la familia al completo: Groucho, el jefe de familia, con su famoso mostacho y sus gafas, siempre en el papel estelar; Chico, con su sonrisa bobalicona pero su gracia infalible; Harpo, cuyo silencio es más elocuente que las palabras de su hermano mayor, y Zeppo, el más tímido y el menos histriónico, pero que apuntala el humor de los otros tres.
En esta despatarrada comedia, Groucho interpreta a Rufus T. Firefly, quien es nombrado presidente de Freedonia, una pequeña nación al borde de la quiebra que se sostiene gracias a los préstamos de la señora Teasdale, a quien Rufus hace la corte de la manera tan particular como sólo él sabe hacer (!). Chico y Harpo son dos espías del país vecino, Sylvania, a quien Rufus declara la guerra. Los enredos se suceden uno tras otro, y las carcajadas también. Nunca he visto reír tanto a mi hijo como al ver esta película, y yo misma he tenido que enjugar alguna lágrima que se escapó de la risa.
Cuando pienso en el género comedia siempre viene a mi mente «Mejor imposible» aunque su transfondo no sea nada risible. Pero me quedo con la última que recuerdo haber visto de este género «Cuando salí de Cuba».