Día 59. La mejor película de gangsters

¿Sólo una? Tarea complicadísima… Este subgénero del cine negro es vastísimo y muy interesante, y me cuesta lo indecible decidirme. ¿Qué tal Scarface, la primera, de 1932, dirigida por Howard Hawks, o la de Brian de Palma, del 83, en otro contexto tan distinto? ¿O la maravillosa Goodfellas de Scorsese? ¿Y dónde dejar a los gangsters contemporáneos de Tarantino o Guy Ritchie, por ejemplo?

Se me vienen mil títulos a la cabeza, pero finalmente quedan desbancados por la saga de El padrino  (The Godfather), en particular por sus dos primeras partes, que son obras maestras indiscutibles, con un colofón bastante desafortunado rodado casi veinte años después, que no debería tenerse en cuenta. Estas magníficas películas de Francis Ford Coppola, rodadas a principios de los años setenta a partir de las novelas de Mario Puzo, narran la historia de la familia Corleone, uno de los pilares de la mafia italiana en los Estados Unidos.

Con un ritmo fantástico, Coppola nos presenta al gran patriarca, Vito Corleone -interpretado por Marlon Brando- y a sus cuatro hijos: Sonny, Fredo, Conny y Michael, además del acogido Tom, así como los hombres de confianza, los colegas y los enemigos, de manera precisa y contundente. Los personajes están soberbiamente construidos y bien interpretados, en especial Mike, a quien da vida Al Pacino; la fotografía es maravillosa, pues consigue unas atmósferas increíbles, unos espacios vivos, llenos de contrastes entre lo cálido y lo sórdido.

Pocas historias atrapan de tal manera como El padrino, sea la primera o la segunda parte. Su larguísimo metraje no se siente, pues los acontecimientos se suceden acompasadamente y mantienen al espectador absorto y maravillado, aunque a la vez las emociones producidas son móviles y variables. Se trata de otras de esas obras imperdibles de la cinematografía, que uno no puede dejar de ver -y más de una vez- antes de morir.