Es muy divertido que una película llegue a sorprender con un final que uno no se espera, así como frustrante si ese final inesperado tumba todo lo que paso antes y se saca un as de la manga engañando al espectador, como sucede, por ejemplo, en Río místico, o con un desenlace aparentemente heroico pero que en el fondo es un mensaje de advertencia de «ojo, no te arriesgues a hacer algo así», como el de Thelma & Louise…
Las resoluciones sorprendentes en el mejor sentido que me vienen a la cabeza no son muchas, pero sí son diversas: desde El golpe (The Sting, George Roy Hill, 1973), hasta 21 black jack (21, Robert Luketic, 2008), pasando por Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000), Los sospechosos de siempre (de la que ya hablé en el Día 72) o Los otros (Alejandro Amenábar, 2001). También podría nombrar 12 monos (Twelve Monkeys, Terry Gilliam, 1995)… aunque por supuesto no lo es si uno ha visto antes La jetée, de Chris Marker, o El planeta de los simios (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968), aunque, de nuevo, el plano final, tan inesperado en sí mismo, está ya tan manido que supongo que hoy si alguien lo ve por primera vez ya no se sorprendería.
Pero con la que me quedo es con Memento, de Christopher Nolan, del 2000, una película muy interesante desde el punto de vista narrativo, estético y argumental. Contada de atrás para adelante, la desarticulación temporal tiene base total en la trama, pues el protagonista, Leonard Shelby -Guy Pearce- sufre de una extraña amnesia temporal que le hace olvidar todo lo que acaba de suceder. Por eso no sabemos los antecedentes de los acontecimientos mientras suceden, nos van contando después, yendo cada vez más atrás, para que atemos cabos. Cada segmento, a la vez, está hilado por una secuencia lineal entrecortada, que podríamos considerar «el presente», en la que Leonard habla por teléfono desde su habitación. Estilísticamente, esta escena está signada por el blanco y negro, para que nos sirva siempre de punto de referencia.
Poco a poco vamos descubriendo que nada es lo que parece, pero el final -o el principio de todo, si hilamos fino-, definitivamente cambia el sentido de lo que hemos visto durante casi dos horas, que se remonta a unos tres días de la vida de Leonard, más los flash-backs que nos llevan a un pasado no demasiado remoto pero que no podemos situar de manera definida en el tiempo, y que quedan en vilo con el descubrimiento.
No cuento más. Para quien aún no la haya visto, es un must, una tarea pendiente. Los dejo con el tráiler:
No es la mejor, pero se me viene una venezolana: Hermano, de Marcel Rasquín.
excelente pelicula, me encanta y shutter island que te parece? otra, atormentado me fascina!!!