Día 61. La mejor película romántica

El cine romántico es otra de mis debilidades. Me encantan las películas de amor: igual las complejas tramas europeas, donde el afecto es un problema serio para el personaje, que a veces decide acabar solo con tal de no sufrir tanto (emblemática, en este caso, una de mis preferidas, El eclipse, de Antonioni), así como las comedias hollywoodenses, sobre todo las clásicas, aunque de rato en rato sigue produciendo joyas, como Cuando Harry encontró a Sally o Letra y música.

Pero de todas, me quedo con una maravilla de siempre: Historia de Filadelfia (The Philadelphia Story), film de 1940 de George Cukor, una hilarante comedia protagonizada por Katherine Hepburn y, a la vez, Cary Grant y James Stewart, los dos más grandes galanes de la época, disputándose a la chica.

La trama comienza cuando la rica heredera Tracy Lord (Hepburn, magnífica en su altivo papel), dos años después de su pasional divorcio de C.K. Dexter Haven (Grant en su plenitud), está a punto de casarse nuevamente con un comerciante advenedizo que la adora. La boda causa revuelo social, así que los medios mandan sus reporteros, entre los que se encuentra Macaulay Connor, o Mike (Stewart, ganador del Óscar por su papel), quien se infiltra en la casa, al igual que lo hace Dexter para molestia de Tracy. Mike, que en principio está molesto con el trabajo asignado, acaba facinado con la novia, y Dexter revela que no la ha olvidado; mientras, el novio está ausente, y Tracy debe lidiar con la organización de la ceremonia y la fiesta, los periodistas, la familia, los invitados y estos dos pretendientes, que la sacan de quicio pero a la vez la enfrentan a sus verdaderos sentimientos…

Narrada con la precisión relojera de la edad dorada de Hollywood, a lo que se añade que se trata de la adaptación de una pieza teatral exitosa, la película no tiene una línea de diálogo, un plano, un objeto decorativo que sobre o que falte, logra crear intriga en el espectador, que se encariña con todos los personajes, por lo que el desarrollo y la resolución resultan a ratos sorprendentes, y mantiene la atención atrapada de principio a fin. No tiene desperdicio, y logra mucho más que entretener.