Andrea, cine y literatura

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Día 32. Una película que viste en video y habrías preferido ver en cine


Últimamente me ha pasado con un par: por un lado 8 minutos antes de morir (Source Code), brillante filme de ciencia ficción, que desprecié en la cartelera -por ese espantoso título en español- y que luego al saber quién la dirigía – Duncan Jones, el mismo de Moon– vi y me maravillé; y la inolvidable El árbol de la vida (The Tree of Life), que resignada ante su desaparición de las listas de «próximos estrenos» de las distribuidoras, no tuve más remedio que aceptar ver en la pantalla menor. (Aquí está mi reseña de la película). Y como estas, ha habido varias en tiempos anteriores.

Pero creo que mi mayor pérdida, pues creo que la experiencia en pantalla grande debe ser excepcional, es El acorazado Potemkin (Bronenosets Potyomkin), la joya de Sergei Eisenstein de 1925 (aunque igual podría hablar de La huelga, que me gusta igual). Ver los gusanos de la carne en una dimensión exagerada, por ejemplo, supongo que ha de ser algo incomparable, y qué decir de la ejecución de Vakulnilov o, por supuesto, de la que quizá es la secuencia más famosa del cine: la de las escalinatas de Odesa, donde el tiempo es elástico y la composición de cada plano, por su lado, y de todos juntos en el montaje es algo asombroso…

En mi época de estudiante (tanto de pre como de postgrado) frecuentaba a diario las cinematecas, así que vi grandes clásicos del cine en 35 milímetros, en la Distrital, en el MAM, en la Alianza, en el British Council, en el Goethe, en el Cine Doré, en los Prince Charles y en BFI, vi una cantidad de películas de todas los tiempos y lugares… y nunca cayó El acorazado, nunca la dieron, supongo, o algo se me atravesó y no pude ir justo cuando estuvo programada, ya no recuerdo. La he visto, eso sí, innumerables veces en VHS primero, y ahora en DVD, incluso con un buen video-beam, lo que me acerca ligeramente a la experiencia verdaderamente cinematográfica, pero me sigue haciendo falta ver su verdadera textura, su luz, toda la dimensión de los cañones del barco  y la de los cosacos despersonalizados que vienen a espantar a esa multitud que se parece tanto, tanto a las que se arman hoy en día de indignados en tantas plazas del mundo, porque a la vez que es una película histórica, es a la vez profética.

Si alguien sabe que la programan en Bogotá en 35 milímetros, estaré feliz y agradecida si me cuentan. Mientras tanto, por si alguien no la vio, aquí va toda la película:

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