Día 60. La mejor película de detectives

Mis detectives cinematográficos preferidos provienen de la literatura, pero he de confesar que los conozco mucho más a través de la pantalla que por los libros. Se trata, cómo no, de Sam Spade y Phillip Marlow, que a pesar de sus diferencias tienen muchísimo en común: se trata de personajes ambiguos, sombríos, reservados, inteligentes pero a ratos torpes, enamoradizos pero con pánico al compromiso, egoístas pero con buenas intenciones, unos antihéroes maravillosos y fascinantes, que al final, después de llevarse unos cuantos golpes y decepciones, pueden con todo, descubren mucho más de lo que les habían pedido, llegan al fondo del asunto y salen tambaleándose pero muy bien librados a la larga.

Y entre todas las formidables historias que protagonizan (El halcón maltés, Reliquia fatal, Historia de un detective, La dama del lago, Un largo adiós…) me quedo con una emblemática, extraña y fascinante. Se trata, ni más ni menos, que de El sueño eterno (The Big Sleep), de Howard Hawks, que tiene el toque mágico por excelencia: a Humprey Bogart en el papel principal -uno de los mejores rostros que pudo tener el detective-, acompañado por la deslumbrante Lauren Bacall.

El mismo Chandler, autor de la novela, dijo -según alguien me contó una vez- que a él mismo se le salía de sus manos la trama. Algo parecido me pasó a mí la primera vez que la vi, en Londres, de la mano de mi amigo Sandro, me perdí en sus recovecos, y he tenido que verla, encantada, unas cuantas veces más para captarla en todo su esplendor.

A Marlow lo contrata el viejo General Sternwood para que solucione ciertos problemas de su familia, pero cada uno lo lleva a un conflicto cada vez más complejo: desde las relaciones nada provechosas de la hija menor, la desaparición de un empleado envuelto con la mafia, hasta asesinatos, chantajes y demás. Y por el camino, el detective se enreda con Vivian, la hija mayor, en una relación conflictiva y sugerente.

Rodada, como era habitual en la época para el género, en blanco y negro, con la herencia de la iluminación simbolista que trajeron los cineastas alemanes en las décadas anteriores, la atmósfera nocturna está llena de claroscuros, que subrayan la ambigüedad del personaje y de las situaciones, realzan la belleza de las actrices, la maldad de los antagonistas, los misterios que se van sucediendo…