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Las mujeres de mis historias


Ponencia para el III Encuentro de Escritoras Colombianas, septiembre de 2006, publicada en las Memorias -Homenaje a Albalucía Ángel-, Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, Bogotá (ISBN 958-18-0328-6).

Yo escribo, de cierta manera, para contar a la mujer. No porque no se haya hecho lo suficiente, o lo suficientemente bien, sino porque me parece que esconde unos matices tremendamente interesantes, que no se agotan. Me voy a permitir usar una generalización maniquea que explica a grandes rasgos lo que siento al respecto: de los hombres se puede contar, sobre todo, lo que hacen: sus hazañas y proezas, su aventuras y derrotas; mientras que de las mujeres se puede hablar interminablemente sobre lo que sienten, y las emociones son mi tema fundamental.

Cuando empecé a escribir más o menos en serio, mis protagonistas solían ser masculinos o mixtos. Pero resulta que la primera vez que intenté hacer un relato sobre una mujer, se me alargó tanto, tuve tanto qué decir, que se convirtió en novela. Este personaje era más sutil, esquivo, misterioso que los anteriores, y me exigía muchas más páginas para descifrarlo y completarlo. Se trataba de Camila Landínez, que pasó de Amiga mía a Umbrales con apenas algunos cambios.

Habitualmente, cuando se publica la primera novela, y en ella el protagonista es del mismo sexo que el escritor y tiene una edad similar, la gente suele preguntar -si es que no se da por hecho- si la historia es autobiográfica. En mi caso no lo fue. Camila es una psicóloga sensata, temerosa, que quiere romper con las tradiciones y demás pesos sociales, pero que depende de ellos. Es tímida, dulce, mujer de un solo hombre. Me interesaba indagar en cómo sentiría una persona así, con la que por supuesto tenía algunos rasgos en común, pero que en general resultaba muy distinta a lo que yo era cuando la escribí.

La construcción del personaje tardó bastante tiempo, dedicación, minuciosidad, y creo que ambas nos enriquecimos mutuamente. Le aporté alguna anécdota mía o ciertas posiciones, y de ella aprendí a mirar algunas cosas de otra forma. En esa época intentaba ponerme en sus zapatos todo el tiempo, me preguntaba cómo reaccionaría Camila ante las cosas que me pasaban a mí, ante lo que leía en el periódico o lo que me contaba la gente. Creo que al hacerlo me fui sensibilizando cada vez más; por ejemplo, conocí la compasión, cualidad suya que a mí me faltaba.

Pero ella no fue la única que incidió en mí. Clara Guerrero es uno de los personajes más ricos de Umbrales, situado ahí para abrirle ventanas a la protagonista, aunque a mí también me mostró sus paisajes. A diferencia de Camila -que fue una construcción, como dicen encantadoramente los angloparlantes “out of the blue”, es decir, surgida de la nada, al menos conscientemente-, Clara sí tenía referentes reales, algunos más claros que otros. Psicoanalista, surgió de retazos de amigas de mi madre, con las que, en mi infancia, la oí conversar durante horas sobre Freud, Fromm, Lacan y Piaget. Pero luego descubrí que también tenía mucho de una Clara real, profesora mía, pero de historia. No la puedo identificar plenamente con ella, ni con ninguna de las otras, pero tiene algo de cada una, y un poquito más. Políticamente activa, feminista radical, era un extremo de lo que yo habría podido ser si hubiera tomado otro rumbo, pero a la vez representa ese tipo de mujeres que creen conocerse tan bien a sí mismas que cuando de pronto se ven en un espejo nuevo pegan un grito porque ven a otra.

Por otro camino distinto llegó Joanne Vitesse. Desde la época en que estaba escribiendo Amiga mía, rondaba por mi cabeza la idea de otra novela, que se habría llamado Doña Juana si hubiera llegado a un término aceptable en su momento. Se trataba, como creo que sobra decir, de la transposición del mito masculino. Era, por lo tanto, una devoradora de hombres, pero muy distinta a Carmen o a Mesalina; en el fondo solo se trataba de un ser que busca el amor en muchos cuerpos, que se busca a sí misma en ellos, que se pierde cada vez, pero cada vez cree que por fin se va a encontrar, aunque paulatinamente pierde la esperanza. De la movilidad continua de su libido surgió el apellido del personaje francés, como su nombre es la simple traducción del primero. Joanne, me parece, apenas está esbozada, y sirve como contraposición a Camila, como liberadora de su cuerpo tanto como Clara intenta serlo de su espíritu, pero en el fondo es la misma Juana del otro relato, igual que la narradora del cuento “Teoría estética”, personaje peregrino que ahora se transforma en Paula.

La novela en la que trabajo hace cerca de un año se llama Cien amantes. Esta vez no es una, son cinco las protagonistas: se trata de una reclusión forzosa de estas mujeres durante una noche en un lugar aislado. Paula es la detonadora de la historia. Mucho menor que la Juana original y distinta de Joanne, es una jovencita universitaria que quiere llegar a tener cien amantes y se empeña en conseguirlo. Ella es quien insta a sus compañeras de aventura a contar sus historias de amor. Estudiante de sociología, intenta entender el comportamiento afectivo de sus coprotagonistas, aunque a veces querría sacudirlas, mostrarles el camino de la carne, pero  padójicamente es gracias a ellas que descubrirá, mucho más a tiempo que sus antecesoras, qué vanas son su carrera, su búsqueda y su defensa.

Podría hablarles más acerca de ella, de los otros cuatro personajes femeninos que componen mi novela actual, o de algunos personajes de mis cuentos, pero no lo creo necesario. Me basta decir que son distintas las unas de las otras, singulares, a veces complementarias y otras contradictorias, y que a través de ellas sigo construyendo un universo femenino, que espero acrecentar cada que me siente frente al computador; que dé cuenta de mí misma pero que vaya mucho más allá, que me haga crecer y, sobre todo, ojalá, que enriquezca a los posibles lectores, del género que sean.

Bogotá, septiembre de 2006.

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Las mujeres de mis historias, por Andrea Echeverri Jaramillo se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

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