Día 84. Una película con la mejor celebración religiosa que hayas visto

Otro día en que no hay pierde: aunque se pueda pensar en otro tipo de celebraciones religiosas, para mí, ninguno se compara con el bautizo en El padrino (The Godfather) la emblemática película de Francis Ford Coppola que da inicio a la saga, basada en la novela de Mario Puzo. Podría ser trampa, pues ya había hablado de la peli en el día 59, pero ese día hablé de la trilogía, y ahora hablo sólo de la primera, así que me escudo en el matiz para hacerlo valer.

La película toda es maravillosa, pero la escena, en sí misma, es magistral. Michael ha regresado de Italia y ha vuelto con Kay. Tras el atentado contra su padre, se erige como el nuevo jefe de la familia. Así que el bautizo, además de implicar el acto literal de apadrinar a su sobrino, el pequeño hijo de su hermana Connie, es el acto simbólico que expresa su entrada definitiva en el mundo de la mafia, con el bautizo de sangre que eso implica: la gran venganza contra las otras familias que se pusieron en contra de Vito.

La puesta en escena es impecable: el bautizo tiene lugar en una enorme iglesia católica, con esa increíble música de órgano y la liturgia en latín, en una ceremonia sobre cogedora cuyo sonido se mantiene sobre las imágenes que rompen a cada instante la secuencia: desde la preparación de cada asesino (cada uno de manera muy diferente), hasta su realización meticulosa -aunque de un fallo nos enteraremos en la segunda parte- en diversas circunstancias y lugares de la ciudad, en el que es para mí el mejor ejemplo de montaje alternado en la historia del cine.

Les dejo, entonces, la escena para que la disfruten (a pesar del lamentable doblaje):