Día 75. Una película cuyo argumento no te gustó pero sí la manera en que fue hecha (los aspectos visuales y sonoros)

Casi siempre, cuando no me gusta un argumento, este acaba matando la película entera, a pesar de que tenga imágenes interesantes, linda fotografía, una propuesta de arte novedosa, buen montaje o un diseño sonoro delicioso. La historia no lo es todo; la puesta en escena, en cámara y en serie (la edición) son importantísimas, pero si parten de un mal guión, poco se podrá salvar después.

El mejor ejemplo de esto, para mí, es Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream), de Darren Aronofsky, una de las películas más moralistas, simplistas y maniqueas que existen. El argumento se puede reducir a que si consumes drogas, de las que sean, acabas muerto, loco, prostituido o en la cárcel. No hay matices, no hay salidas, sólo hay un hoyo negro al que se cae una vez se empieza. Y no se imaginan la piedra que me da este acercamiento al asunto, tan plano, tan falto de inteligencia.

Y sin embargo, no puedo negar que visualmente la cinta es maravillosa. Los planos que usa Aronofsky son espléndidos, los recursos que utiliza, los encuadres, el tratamiento del color, el montaje, la música… De hecho, he usado más de una vez segmentos del metraje como ejemplos del lenguaje cinematográfico, pues en este sentido es realmente maravillosa. Al punto que me encantaría que se tratara de un videoclip o algo así sin carga moral. (Para el caso, vale nombrar otra película emblemática que trata del mismo asunto, Trainspotting, unos pocos años anterior, que siendo increíble también en su aspecto estético, juega argumentalmente con el tema mostrando diversas facetas, sin moralizar, dando salidas diferentes a los personajes, como ya lo dije en el Día 11).