#(1)52PelículasPorMujeres: Balance de un año dedicado a ver películas de directoras

A fines de febrero del año pasado me encontré en Twitter el hashtag #52FilmsByWomen, y con él, el reto de ver semanalmente, durante un año, una película con directora mujer. La sola idea me encantó, hasta entonces el cine y el feminismo, dos de mis mayores intereses, habían transcurrido por caminos separados. Por supuesto que los había relacionado en múltiples ocasiones, al aplicar el test de Bechdel a unas cuantas cintas, al denigrar de la objetualización de los personajes femeninos en muchas otras, al reconocer el trabajo de guionistas, directoras, fotógrafas, compositoras, al admirar las posturas de ciertas actrices que espetan sin compasión las múltiples discriminaciones a las que son sometidas, al encontrarme con guiones que generaran una reflexión feminista, en fin, cada que tuviera oportunidad, pero nunca de manera sistemática.

Lo primero que hice fue revisar mi videoteca. ¡Sorpresa no grata! De los cerca de dos mil títulos que atesoro (originales, por supuesto), menos de cien correspondían a directoras. Y no era falta de interés: entre mis cineastas preferidos se cuentan varias mujeres. Pero de las demás, tenía poco. Empecé mi reto, pues, con lo que había disponible, tanto entre mis discos de video, como en oferta virtual, en especial Netflix. Por otra parte, de inmediato comencé la búsqueda y compra de películas de mujeres, y noté de inmediato la dificultad: se hacen pocas y se editan todavía menos; he conseguido apenas unas cuarenta más. También empezó mi cacería de filmes de mujeres en la cartelera, muestras y festivales. Empecé en el FICCI 56, donde solo encontré un título de la competencia para ver, seguí con Eurocine, luego hice la pesca en el Festival de Cine Francés y el BIFF, además de los estrenos en salas, distribuidos por Cineplex y Babilla especialmente. El mayor festín de 2016 vino de la mano de IndieBo: de su formidable catálogo tan bien curado, logré asistir a 16 funciones de cintas de directoras, de un nivel extraordinario, e incluso pude conocer y entrevistar a dos de ellas: So-yong Kim y Elizabeth Wood.

Además, sucedió algo maravilloso. Cada que veía una película del reto, publicaba el reporte en redes sociales, y tenía gran recepción. Muchos “likes” venían de mis viejas estudiantes, así que se me ocurrió convocarlas para que viéramos las películas juntas. Lo que comenzó con una invitación informal, se convirtió en el cineclub #52PelículasPorMujeres, que tuvo lugar los martes en mi casa, al que asistieron un montón de estudiantes, mujeres y hombres, y también algunos maestros y maestras. Logramos hacer veinte sesiones, al calor del té y las crispetas, que culminaban con unas discusiones muy interesantes y enriquecedoras. La sinergia creada inicialmente se vio interrumpida por las vacaciones de mitad de año, y aunque luego retomamos los encuentros, la “fiebre” fue disminuyendo, hasta disolver el foro al comenzar este semestre. Sin embargo, lo que me enriquecieron esas conversaciones, la dicha que me produjeron esos encuentros, en los que se consolidaron amistades profundas, es uno de los mayores regalos que me ha dado este reto.

Ahora sí, a lo que vinimos: a hablar de las películas dirigidas por mujeres. En un año he visto más de ciento cincuenta películas, lo que da un promedio no de una sino de tres a la semana, y espero continuar mientras dure la cuerda y la oferta: me quedó claro que me gusta el cine de mujeres, su forma de ver el mundo y de retratarnos. Porque sí descubrí que hay una mirada, o quizá mejor una sensibilidad femenina reconocible, particularidades que unen filmes tan disímiles como la reciente Mate-me por favor, de la brasilera Anita Rocha da Silveira; Il portiere di notte (Portero de noche), de Liliana Cavani; Orlando, de Sally Potter; Mi vida sin mí, de Isabel Coixet; Nahid, de Ida Panahandeh, y La ciénaga, de Lucrecia Martel, por nombrar unas pocas.

El reto lo comencé con Boys don’t Cry (Los muchachos no lloran), de Kimberly Peirce, que cuenta la vida de una joven que se hace pasar por hombre para conquistar a la chica que le gusta, que recordaba gratamente; lo seguí a la semana siguiente con la rara adquisición de En Soap (Mi deseo en tu piel), de Pernille Fischer Christensen, una particular historia de amor entre una mujer y un travesti, que me abrió las puertas a las directoras que no conocía.

Poco después, tras repetir algunos largometrajes de mi videoteca, comenzaron las sesiones de grupo en mi casa con Ratcatcher, de Lynne Ramsay, a la que siguió una nutrida y diversa charla, que nos llevó a ver los cortos que venían como extras en mi edición de Criterion. Fue la segunda de la serie sin protagonista femenino (tras The Man Who cried, para mí la más floja de Sally Potter), y la que empezó, por tanto, la reflexión acerca de los temas y los personajes de las directoras.

Repetí un montón de mis películas queridas: cintas de Lucrecia Martel, Susanne Bier, Agnes Varda, Isabel Coixet, Andrea Arnold, Lina Wertmüller, Jane Campion, Mira Nair, Marleen Gorris, entre otras, así como descubrimientos fantásticos, como Nude Area, de Urszula Antoniak, Zefir, de Belma Bas, Somersault, de Cate Shortland, o la rareza de ciencia ficción Advantageous, de Jennifer Phang. La constante eran temáticas intimistas, sobre mujeres o familias, cercanas, sencillas y profundas.

Como advertí, IndieBo fue la mejor cantera: La novia, de Paula Ortiz, The Fits, de Anna Rose Holmer, L’avenir, de Mia Hansen Love, El olivo, de Icíar Bollaín, Évolution, de Lucile Hadzihalilovic, Heart of a Dog, de Laurie Anderson, White Girl, de Elizabeth Wood, y unas cuantas más, me abrieron el panorama de lo que están haciendo las mujeres en el cine actualmente. Propuestas contundentes, con miradas muy personales, centradas en gran parte en el mundo femenino, pero abiertas al de los hombres, lo que se puede ver en casos como Idealisten, de Christina Rosendahl o Chevalier, de Athina Rachel Tsangari, así como lo hizo en el pasado, por ejemplo, L’adversaire, de Nicole Garcia, que hacen una disección crítica de los personajes masculinos.

Caso aparte son ciertas películas comerciales, usualmente con guiones de hombres, como las de Kathryn Bigelow o Jody Foster, en las que difícilmente se ve un ojo femenino en la puesta en escena, aunque al menos puede observarse cierto cuidado en la construcción de los personajes femeninos. En otro costal están las chic-flicks, “películas para chicas”, dirigidas por ellas: normalmente comedias románticas frívolas y que mantienen el punto de vista del statu quo, con finales felices en los que la realización de la protagonista pasa por conseguir novio o marido, si bien suelen tener vidas profesionales interesantes. Otro paquete, que encontré principalmente en Netflix, incluye cintas sobre lesbianas. Se trata en general de historias con tintes eróticos, no demasiado distantes unas de otras, sin mucho que ofrecer o descubrir.

Una temática usual, con vetas deliciosas, es la del crecimiento, la adolescencia, el descubrir de la sexualidad. Aquí unas de las más avezadas son Céline Sciamma, Alice Rohrwacher y Lucía Puenzo, que se atreven a mostrar jovencitas nada convencionales y con personalidades muy complejas. En Colombia la que más se acerca a esto, quizá la directora más interesante del panorama contemporáneo en el país, es Lina Rodríguez, que rompe con todos los esquemas del cine nacional.

Quedan muchísimas películas y directoras por nombrar, entre las que ya he visto, y montones por ver. Lo que dejan claro, estas como las otras, es que vale la pena ver cine de mujeres. Es interesante descubrir sus cuidadas planimetrías, su respeto hacia los personajes, su introspección respecto al universo femenino, su cuidado de los diálogos y los silencios.

Si quieren ver la lista de las películas de directoras que he visto este año, lo pueden hacer aquí: http://www.imdb.com/list/ls063411246/. Por supuesto, acepto comentarios, recomendaciones, preguntas, diálogos al respecto.